sábado, 16 de noviembre de 2013

Odio.

Ahora mismo miro esta página en blanco y solo te veo a ti. Siento como el fuego abrasa mi interior, siento la rabia, la ira, el desprecio recorriendo mis venas. Te veo como el más despreciable e ignorante de los seres. No lo puedo evitar, produces una reacción en mi que jamás había sentido antes, un ardor, unas ganas de sentir mi mano precipitándose con violencia hacia tu cara... Algo que nunca me habría podido imaginar sentir hacia nadie.
Mucha gente me ha hecho daño, a todos los he perdonado con una sonrisa. Y tú, maldita rata, sin hacerme absolutamente ningún mal, consigues que te desprecie como a nadie, que te odie... ¿Cómo lo haces? ¿Cómo has conseguido hacerme sentir así? Explícamelo, escoria, ¿cómo?
Sé que no soy la única que siente esto hacia otra persona. Sé que la gente se odia a diario, pero jamás habría imaginado este sentimiento invadiendo mi cuerpo. Simplemente es superior a mí.
Has conseguido que odie y repugne cosas que antes respetaba. En serio, ¿cómo?
El odio lo llena todo, cada rincón de tu ser. Y duele, duele mucho. Pero sinceramente, si debo odiarte, si está escrito que así debe ser, te odiaré. Lo haré hasta que este fuego destructor se apague, hasta que consiga transformar este sentimiento atroz en pura indiferencia. Hasta entonces, te odiaré.